SUEÑOS DE PAPEL

El padre que sólo tiene calzado para la misa / o la fiesta o la muerte el padre camina y camina / formando así su herencia el surco que dice esa tierra / el surco que atraviesa el alma

el padre que recibe golpes para que aprenda / a caminar

Jairo Rojas Rojas

Me miro amanecer entre verbos cotidianos entre lo irremediablemente nada

de este día

gris por demás

como si de un manso animal se tratara

de un enorme y lento paquidermo atravesado en mitad de la casa

que todo lo tropieza y lo derrama para que injurie y limpie

y no me aleje despertar

un manso animal

que no me deja desatar los cordones

de los años

de estos enmohecidos años que me saben a riñón a padre siempre

a padre lejos de pie enfermo

a padre niebla y café con leche

a padre cojo cruzando una frontera de lluvia para verme amanecer

desde mis ojos mañaneros

desde mis enceguecidos ojos de gran paquidermo que se niega perdón perdón a caminar

comer, dormir, callar por la mañana esta callar

nunca es fácil aprender a callar

como si de un acto espiritual se tratara, padre, aprender a escribir

oyendo tu respiración cansada escuchando

escuchando

lejos padre cerca

comer, caminar como si de un pie muy frío adentro en la barriga se tratara, aprender

quizá dormir, muy lejos también y profundo, padre el mar que nos llama cada noche

es Gerbasi que murmura en los oídos

Oscurecer

dormir con la boca descocida

el único evento que se adjudica el perdón de las piedras, es el idioma de los gusanos

que se derrama

desde la sangre

y por las fisuras todas del pesado paquidermo

como si no pudiéramos aprender a borrar a sacudir la aridez que se acumula en los huesos

el Alman que nos heredas a limpiar la mancha, padre

la tierra de otra tierra

que nos resuena en los bolsillos

Tragar

como si no supiéramos del pan ajeno y su cuchilla en la garganta caminar, reír a veces

siempre es en nosotros tu lengua de pájaro

tu sol

la liscana sed que hiciste tuya

tus manos de cartón aquellos sueños de papel

Levantarse es lo que toca

caminar, seguir, hervir el agua, echar el café

oler respirar el fuego que incendia la mañana, el pie, su frío adentro, la mosca

que te revela

la lentitud, padre mío, intestinal la lentitud

Amanecer, callar, dormir

mientras llueve a mares que llaman y cruzar el manso animal

que nos habita perder

como si no pudiéramos aprender a desvestir este torcido día

a enmudecer de rabia entre sus faldas a sentarnos bajo un árbol

a esperar que caigan rodajas de cielo azucarado

mientras la mano cualquiera de una mujer

nos enseña a recuperar

las noches iridiscentes de la infancia

cuando ocultarse bajo las sabanas

padre, era el acto más rojo de aquella acuarela cotidiana

el acto de concebir a dios

entre dos puertas como surcos de agua que se alejan

de nosotros

y para siempre

porque tal vez, padre mío

y muy a pesar de compartir una cama

y de los cigarrillos todos que nunca fumaremos para lograr al fin despertar

solo se necesita cubrir el cielo con arena de playa

para que la sal, que nunca alcanzaremos a poseer nos revele

aunque sea

por un instante

la otra cara de la luna